'X-Men: Días del futuro pasado', antes del apocalipsis


Como lector de la Patrulla X, o X-Men, como se prefiera, una de mis épocas preferidas fue, sin duda, aquella escrita por Chris Claremont y dibujada por John Byrne, en la que hacían acto de presencia los llamados Centinelas, verdadero dolor de cabeza para los mutantes. Imaginarme por aquel entonces la posibilidad de una adaptación sobre mi grupo de superhéroes favorito y que, concretamente saliese ese enemigo tan temido, era, como mínimo, un sueño imposible. Más de 30 años después, Bryan Singer lo hace realidad.

Tras haber dirigido los dos primeros títulos de la saga mutante y habiendo dejado el tercer título, sin duda el más flojo de todos, en manos de Brett Ratner, y habiendo producido el ejercicio de renovación de la saga por parte de Matthew Vaughn, ha decidido regresar a la misma con más fuerza que nunca, al menos en intenciones, puesto que para el 2016 ya tendremos, también dirigida por él, ‘X-Men: Apocalypse’. El resultado es, a ratos ejemplar, a ratos menos.

Tras el soplo de aire fresco que supuso el film de Vaughn, en el que fue un placer descubrir a James McAvoy, y sobre todo Michael Fassbender, bordando la juventud de personajes que parecían hechos para Patrick Stewart y Ian McKellen, Singer aprovecha el material de base para mezclar al mayor número posible de actores de ambas visiones. El principal defecto es el de los films previos pero un poco más acentuado: al tratarse de una película con tantos personajes, unos quedan descuidados en beneficio de otros con mayor peso.


Sencillez argumental
Cuando parecieron los dos primeros títulos de Singer, ejemplos perfectos de buena adaptación de un cómic de superhéroes, Marvel aún no había iniciado su particular invasión de títulos que, con la todopoderosa Disney metida en la distribución a nivel mundial, ahora tenemos hasta en la sopa. Sagas, spin-offs, secuelas, precuelas y derivados varios con el fin de explotar al máximo todas las posibilidades económicas de los superhéroes, que son muy altas de momento.

Singer retoma las riendas justo en ese momento de expansión en la que el límite es el taquillaje más alto y en el que prácticamente todas las películas sobre superhéroes parecen iguales. Exceptuando instantes aislados, no hay demasiada identidad en los distintos films actuales de Marvel. Da igual que estén firmados por Jon Favreau, por Shane Black, por Kenneth Brangah o por Alan Taylor, todas pecan de utilizar en exceso la tecnología digital y de hundirse de lleno en ella ahogando prácticamente todo lo demás, pareciendo juguetes en lugar de películas.

Singer regresa pues en ese momento y su trabajo se divide entre secuencias de cara a la galería —el ridículo instante de Quicksilver, que no aporta absolutamente nada— y otras más personales en las que se ve la mano firme —el instante del avión, con un Fassbender en estado de gracia, o el mismo Magneto llevando consigo todo un estadio—, mientras el guión se presenta menos complicado de lo esperado, tratándose de los siempre complicados viajes en el tiempo. Sencillez argumental que en el fondo se agradece, no necesitamos complicarnos más de la cuenta en un film de superhéroes y más aún cuando las contradicciones de la saga destacan sobremanera. 


Tres actores entregados y un director firme
Hugh Jackman, Michael Fassbender y James McAvoy son los actores que más tiempo tienen para lucirse. Por momentos el film parece una excusa para encontrar una nueva historia que protagonice el mutante favorito de todos, o al menos el más explotados económicamente, Lobezno —demostrándose una vez más que Jackman sigue siendo el actor perfecto para el rol—. Los jóvenes Xavier y Magneto devuelven el buen sabor que dejaron en el film de Vaughn. El resto de actores, con mayor o menos peso, saben a muy poco y algunas de las apariciones son meramente anecdóticas.

Da la sensación de que Singer ha querido tomárselo como un entrenamiento para el siguiente capítulo de la saga, en el que poner todas las cartas sobre la mesa, cosa que no ocurre en este aparente transitorio episodio. Personajes y situaciones salen perjudicadas en ese punto, pero afortunadamente Singer no es un director envenenado por el caótico montaje actual ni una cámara epiléptica, cambiando todo eso por cierta sobriedad narrativa que eleva los mejores momentos del film más allá de lo que prometen sobre el papel.

Entretenida en su justa medida, ‘X-Men: Días del futuro pasado’ no sorprende ni decepciona, ofrece espectáculo del bueno y garantiza la supervivencia de una saga que sigue despertando interés. Esperemos, eso sí, que el apocalipsis ofrezca el antológico clímax que el universo mutante merece de verdad y que aquí da la sensación de quedarse un poco bajo.

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